lunes, 29 de septiembre de 2008

¡¡¡No me digas adiós...!!!

Aquella pregunta que rajo nuestra “relación” surgió después de aquel encuentro con un ex compañero de colegio cuando nos encontró, de pronto, en un parque, de los más felices a nosotros dos.
Después del amable y afectuoso saludo y la presentación de mi hermosa “amiga” soltó la cuestión.


--¿Son enamorados?


Ella y yo nos miramos fijamente respondimos a la misma voz, yo con un “No” y ella con un “Sí”. Nuestras respuestas y caras desconcertaron al inoportuno, pero más aun a nosotros mismos. Nunca nos preocupamos en ese “pequeño” detalle.
Era algo que iba a suceder tarde o temprano. Era previsible ya que nunca habíamos hablado sobre esto. Quise “arreglar las cosas”. No obstante ella se impuso y me lanzo otra pregunta:


--” ¿Qué somos?”


No supe que responder.


Una infinidad de dudas me invadió. El porqué no le dije para estar con ella (me refiero a la formalidad) no me dejaba en paz: era un enorme cargo de conciencia. Si nos llevábamos de lo más bien. Nos divertíamos harto. Y había, también, insinuaciones de ambos. No lo entendía. Si todo estaba perfecto para dar el siguiente “paso”. ¿Por qué demonios no me arriesgue?


A los días siguientes me propuse buscarla, hablar y dejar muy en claro lo que somos. Pero había algo en ella que había cambiado (creo que era en su forma de mirar. Antes lo hacia con una mirada picara y sonriente).Ella se me adelanto y me dio a entender que no le interesaban los chicos “modernos” para entablar una relación, dejar sin lugar a dudas, que las relaciones “open mind “ no iban con ella ( según ella, el hecho de que no saben lo que quieren ni lo que son, era una señal irrefutable de su inmadurez), que lo había pensado mucho, lo había consultado (¿con quién?...misterio por resolver) y había decidido que lo mejor para los dos, era dejar de vernos. Me pidió que por favor dejara de llamarla, que quizás en un futuro no muy lejano comprendamos que es lo que queremos y entonces podríamos llegar a ser algo. Ósea darnos un “tiempo” (prácticamente: corriéndome de su vida)
Acepte su última petición y trate de no llamarle más.


Paso el tiempo, el único analgésico de todas las “heridas del corazón”, y puedo decir que apartarme de la chica me resultó extremadamente doloroso; extrañaba los detalles de ella: el olor de su cabello, su perfume, sobretodo cuando ella me decía y me insistía en sus consejos para mejorar mi manera de vestir. Hecho de menos, también, los helados y capuchinos de los fines de semana, las hamburguesas (que por ciertas llenas de colesterol, pero valen la pena) después del cine. Y lo más importante, para mi, tener alguien con quien conversar sobre TODAS ESAS MILES DE COSAS BONITAS de las que tus amigos (y tú) suelen burlarse.
A veces incumplía mi juramento y la llamaba (cuando me mataba el aburrimiento y la temible soledad), pero ella, fiel a las formalidades y principios, me mandaba a rodar muy lejos o simplemente mandaba decir que no estaba.


Ahora reconozco que tenía razón: me pongo en el hipotético caso de que no nos hubiésemos separado, seguiríamos juntos alimentando algo que no sabíamos que era. Lo único que entendíamos era que no tenía perspectivas al futuro –condición importante de toda relación— ni seguridad (como construir un edificio en un pantano). Además, con el tiempo, esta dejaría su carácter divertido para convertirse en algo dañino.


Hace poco me la encontré en una discoteca. Estaba celebrando el cumpleaños de, ahora con todas las formalidades, su enamorado. No hay forma de negarlo que entre ella y yo existen, todavía, resentimientos, asperezas sin limar, y, por ende, recuerdos de lágrimas derramadas y sin secar.